Una vez alguien dijo, "el deporte es demasiado negocio para ser sólo deporte, pero también demasiado deporte para ser sólo negocio".
La prensa europea también debate hoy sobre el riesgo cierto de que dos potencias líderes, como Inglaterra e Italia, no se clasifiquen a la Eurocopa de 2008. . Es que así, guste o no, se mide ahora al deporte en casi cualquier análisis.
Esta imagen cobró fuerza con la definición reciente y polémica de la Fórmula Uno. La Gazzetta dello Sport, uno de los principales diarios deportivos del mundo, había advertido tres días antes del último Gran Premio de Brasil que el campeón de la temporada podía ser Kimi Raikkonen, de Ferrari. Sugirió abiertamente la posibilidad de un pacto según el cual Lewis Hamilton y Fernando Alonso no habían sido sancionados por el escándalo de espionaje a cambio de que resignaran sus chances de título.
"Después de la intolerable historia de espionaje en contra de Ferrari y luego de las discutibles e insatisfactorias sanciones de compromiso a McLaren, cualquier conjetura, cualquier suposición, cualquier teoría por más extraña que pueda parecer, suena lícita". Renato D´Ulisse, especialista en F-1 y autor del artículo, se jactó de su vaticinio tras el triunfo de Raikkonen. Consideró increíble el nuevo error de Hamilton, igual que el de China, y la mala estrategia de McLaren. Y señaló a Bernie Ecclestone como arquitecto de la maniobra. Recibió cientos de respuestas furiosas de los fanáticos de Ferrari, que reivindicaron el triunfo del piloto finlandés.
¿Podemos decir, sin más, que la F-1 protegió su negocio de seis mil millones de dólares engañándonos a todos? ¿Que eligió cuidar a sus nuevos dineros asiáticos y mantener la puja del campeonato hasta el final sin sancionar a los pilotos de McLaren pero obligándolos a ceder el título a manos de Ferrari?
Resulta en realidad intolerable la mera sospecha de que esto pueda haber sucedido. Igual que la todavía reciente y explosiva confesión final de Marion Jones de que también ella, igual que muchos campeones del atletismo, ganó sus medallas olímpicas y mundiales recurriendo al doping, aún cuando jamás dio positivo en algún control. Y pienso también en las nuevas y continuas declaraciones de tenistas de peso admitiendo que saben de la existencia de maniobras para arreglar resultados de partidos. "La plaga de las apuestas clandestinas es peor que el doping", advirtió hace unos días el mafioso arrepentido Michael Franzese, contratado para adoctrinar a los deportistas sobre los peligros del submundo de las apuestas, que también afectaron a la NBA.
El deporte está asumido como nunca antes como un fenómeno comercial. Poco importa ya a muchos la calidad deportiva. El rugby, de profesionalismo más reciente, privilegia discusiones económicas antes que las deportivas para ver de qué modo inserta a los Pumas dentro de su competencia internacional. La Argentina fue excluída recientemente de la Liga Mundial de vóleibol. ¿La razón? Porque carece de contratos de TV.
¿No estábamos hablando acaso de deporte? Ya se aceptan como normales decisiones que violan abiertamente cualquier principio de la competencia deportiva. Y sin que a nadie se le mueva un pelo. El ciclismo dirime títulos en los tribunales de justicia y en los laboratorios antidoping. Ninguno de sus campeones resulta hoy creíble. Y muchos diarios de Estados Unidos aún colocan entre astericos el récord de jonrones anotado este año por Barry Bonds, aceptando que la marca pudo haber sido lograda con doping.
Hasta hace años se miraba al boxeo como símbolo del deporte en crisis. Por su proliferación de siglas, títulos de cartón y peleas en hoteles de Las Vegas en manos de los apostadores. Estados Unidos, espejo inevitable, agregó desde hace tiempo a nivel de nuevo fenómeno de consumo sus campeonatos de lucha libre. La TV les da un lugar de privilegio. Pero, está claro, eso es puro circo. Un festival de esteroides anabólicos. El deporte como simple excusa. Lo único que interesa es el espectáculo. El problema es que ahora, salvando las distancias del caso, muchos otros deportes comienzan a parecerse al circo de la lucha libre.